MAKENI, UNA OBRA MAESTRA.
Cuando paseaba al atardecer por
las polvorientas calles de Makeni, una ciudad importante al Norte de Sierra
leona, me cruzaba con gente por todas partes, la calle estaba llena de vida y
de alegría, la gente corría, subía y bajaba, hacia algún lugar insospechado
para unos ojos ingenuos como los míos que piensan en que todo debe tener una
razón para existir o de que cada transeúnte sube y baja por la calle con una
finalidad concreta, sin embargo un amigo que me acompañaba, me desengañó de ese
error, y me convenció de que nadie sabe a dónde va o hacia donde se dirigen,
simplemente se mueven para vender, para comer, para relacionarse y para
sobrevivir en ese día que el ocaso muestra que le quedan ya pocos minutos
porque Makeni, como mucha ciudades Africanas, no tiene luz eléctrica o si la
tiene es muy escasa y por ello, la vida en el mercado callejero, se transforma
por la noche en una metamorfosis indolente que conduce al silencio y al
anonimato, porque todos son sombras y olores.
Sigo caminando con mi buen amigo charlando
sobre el olor inconfundible de una gran ciudad africana como Makeni, cuando al
doblar una esquina, cerca de una mezquita sacada de un cuento de las mil y una
noche, me cruzo con una chiquilla, que lleva en un cesto sobre su cabeza,
varias docenas de bolsas de agua embasada para beber y que las vende a un
precio probablemente asequible para muchos, ya que me doy cuenta ,que la gente
se la acerca y la compran unas cuantas unidades. Me acerco a verlas y aprecio
que están envasadas en un Hospital próximo, puesto que lleva el emblema del
mismo y que con su nombre parece acreditar una calidad máxima de ese brebaje
vital que es el agua Africana.
Me quedo sorprendido por la buena aceptación que
tiene ese producto, que imagino cumplirá unos estándares de esterilidad, que
dan la confianza para ser bebida y comprada por todos los transeúntes de la
calle y por nosotros mismos, pues es la que bebemos habitualmente.
Cuando
llegamos a la puerta de la mezquita, seguimos viendo gentes en constante ir y
venir y un montón de niños y adultos trabajando en diferentes puestecillos, con
maderas, puliéndolas o apilándolas en manojos que son cargados por otros niños
no mayores de 14 años, que las transportan con total destreza, como si fueran
palillos. Hace mucho calor aunque sea el atardecer y entre las tiendas de
maderas y muebles sencillos, hay también un pozo artesiano, gobernado por otros
niños y que con una manivela rudimentaria, sacan infinidad de cubos de agua que
se reparten entre los que hacen cola para llevarla a sus casas o para beberla
allí mismo mientras esperan, con el calor del atardecer o para sofocar el peso
de las maderas que cargan los porteadores.
Lo curioso es que algunos acaban de
tirar la bolsa de plástico que contenía el agua milagrosa del Hospital, con
todos los estándares de calidad y seguidamente bebían el agua del pozo
procedente de aguas subterráneas poco fiables pero completamente gratis. Mi
cara de asombro se transforma cuando unos chavales me ofrecen un poco de agua y
con una sonrisa falsa les agradezco el
gesto que me conmueve.
Una vez más reconozco que en el
Teatro de lo absurdo África es una obra
maestra, cada día, pero hoy en la calles de Makeni, reconocemos la escena que
seguro que se repite por todo el entorno. La gente compra y bebe un agua higiénica
porque piensa que asi no padecerán determinadas enfermedades y a la vez, cuando
tienen sed no duda en refrescar su garganta con agua de un pozo de dudosa
reputación, pero mucho más barata y acompañados por sus iguales.
Continuo paseando con mi buen
amigo que me trajo a Africa hace algunos años y que siempre se lo agradeceré,
por el atardecer de este rincón perdido del trópico y hablando de Liberia un
país vecino, campeón de lo absurdo entre lo absurdo también. Liberia como
Sierra leona tiene varios records cumplidos en la historia reciente de Africa,
una de las más largas y sangrientas guerras civiles, el mayor despliegue de la
historia en Fuerzas de Paz de Naciones
Unidas, una de las más altas tasas de Mortalidad Infantil y uno de los países
con mayor corrupción mantenida a lo largo de la historia, por sus diferentes
gobernantes y dictadores.
Sin embargo y como una escena más en la gran obra de
arte Teatral de lo Absurdo, tiene Gobernantes que han recibido recientemente el
Premio Nobel de la Paz. Gobernantes preocupados por mantenerse en el poder como
en Europa, pero con una población en la cola de la lista del índice de
desarrollo Humano emitida anualmente por Naciones Unidas, gobernantes con buena
imagen de cara a la prensa europea, pero que ignoran el analfabetismo o la
mortalidad maternoinfantil que navega sin dificultad por las calles y poblados
dispersos, por uno de los rincones mas bellos del planeta, Gobernantes que
ahora viven mas tranquilos con su premio Nobel y con los pozos de Petróleo o
minas de ricos minerales, recientemente desarrolladas en los que participan
como principales inversores. De nuevo, en el Teatro de lo absurdo, Africa es
una obra maestra.
Como suele
ocurrir en esas latitudes, cuando te encuentras con alguien asi, se suele
charlar sobre los motivos y objetivos de la visita a esa parte del mundo,
porque se da por entendido, que nadie esta allí de turismo y lo que es peor
nadie esta allí por casualidad. Africa no deja que nada ocurra por casualidad,
todo forma parte del orden mágico, que ese derroche de la creación, que es el
continente mas heterogéneo que existe, construya los deseos de quien pasa por
ahí, para quedar prendado por su olor o por su color o por no se sabe qué, pero
prendado sin poder olvidar jamás que ha estado allí respirando el aire que
inspiro a la creación de la humanidad. Los americanos eran gente simpática que
habían ido allí a vender bicicletas baratas como medio de transporte para que
la gente joven acuda a la escuela o al mercado y así contribuir
filantrópicamente al desarrollo social de ese país.
Cuando escuche semejante
información, pensé en quien estaba mas descolocado allí, si ellos que vendían
allí ilusiones muy honorables y medios de transporte, comunicación y desarrollo
o nosotros mismos que no entendíamos bien el impacto, sobre una sociedad como
esa, en la que la gente no necesita desplazarse largas distancias para vivir,
sino para sobrevivir. Las bicicletas no pueden evitar los accidentes y los
traumatismos y lo que es peor, no puede evitar la malaria que crece por todas
partes. La buena gente circula por cualquier sitio y ellos lo eran, aunque me
preocupaba mas que los niños que estaban trabajando y recogiendo en la puerta
de la taberna, estuvieran mejor nutridos, o que evitaran beber agua contaminada
o huyeran de la picadura mortal del mosquito. Una vez mas en el Teatro de lo
absurdo Africa es una obra maestra, y allí estábamos mi amigo y yo disfrutando
de una escena mas de esa obra en la que nos habiamos metido sin saber cuál era
el guion.
Al día siguiente de esa tarde
difícil de olvidar, seguimos con nuestra tarea en un Hospital cercano. Allí desarrollamos
los trabajos que nos habíamos propuesto con la ayuda de los sanitarios locales
que bastante hacen para sobrevivir ellos y sus familias y para ayudar a los que
acuden al hospital. Nosotros como actores de un guion que no habíamos escrito,
hacíamos cada día una tarea que pretendía ayudar al bienestar de unos cuantos
niños, y para eso habíamos traído desde Europa, un montón de costosos
materiales que nos permitirían conseguir nuestros objetivos.
El guion seguía su
curso cada día, las escenas se continuaban con una coherencia relativa y
pensábamos que la obra al final seria un éxito de audiencia y de participación y
por supuesto de disfrute para sus actores, que además contaban con extras que
se sumaban cada dia al escenario, desde una valiente irlandesa que desarrollaba
diseños web en un país herido por la guerra reciente pero con todo un futuro
por descubrir como decía ella hasta un inglesa, enamorada del africa idílica de
sus recuerdos, enseñando ciencias de la salud a las jóvenes promesas
Sierraleonesas y pasando por varios Religiosos que con su organización hacían
mas fácil la vida de muchos enfermos de esa región. También encontramos a dos
catalanes que se sumaron a nuestra actividad con tesón y buen humor,
haciéndonos mas llevaderas las dificultades detrás del telón.
Todo iba bien, el escenario
funcionaba, la música que adornaba la obra, alcanzaba su máximo esplendor con
el canto de la noche, bajo las estrellas y el ruido del viento de las montañas
con olor a tormenta y ruidos de cigarras luminosas que nos hacían soñar mas
cerca de la realidad que nos circundaba. Todo iba bien en nuestros sueños,
hasta que a la mañana siguiente, nos encontrábamos con mas Malaria en las
habitaciones del Hospital, todo iba bien hasta que una joven veinteañera que
debió de ser una belleza en su otra vida, se me acerca, bien desnutrida y con
signos de tuberculosis y sida, y me dice que nadie la entiende y nadie la hace
caso allí, porque nadie habla su idioma.
Todo iba bien hasta que la pregunto
por qué esta allí y me dice que huyó de Conakry con su marido y sus tres hijos
y todos están muertos por el sida, y que ahora solo queda ella, sola e
incomunicada en un hospital donde esperaba que la ayudaran , pero como nadie la
entiende, nadie sabe como aplicar su tratamiento. Todo iba bien hasta que me
pregunto, que hago allí, escuchando a esa moribunda, que no sabe como evitar
coger el transporte para el que ya tiene su billete, en esa absurda estación
que es el Hospital de Lunsar. Todo iba bien en el escenario, hasta que entro en
la sala de niños y me encuentro tantos niños con fiebre por la malaria que no
caben en las cunas y sus madres los tiene entres sus piernas sentadas en el
suelo esperando a que les den su tratamiento contra el mosquito mortal o para
que les faciliten una transfusión sanguínea que nunca llegara porque el
hospital no tiene un Banco de Sangre.
En el Teatro de lo absurdo Africa
es una obra maestra, y nosotros sus actores mas destacados en estos últimos
días, ya que nos hemos esforzado con muchos niños intentando ayudarles como
mejor sabíamos, sin reparar que necesitan mucho mas, otras medidas básicas de
salud que alivien su desnutrición, el sida, la Malaria o tantas otras tragedias
que cada día pasan por ese escenario olvidado por los directores de los grandes
festivales de arte. Hemos vuelto a nuestra vieja Europa, con nuestros viejos
problemas muy distintos a los que hemos dejado y sobre todo tan distantes, que
de pensarlos me atrae el sopor de un
atardecer en Makeni lleno de vida y me sumerjo en un recuerdo que no quiero
olvidar para encontrar el consuelo de tanto dolor.
En el Teatro de lo absurdo,
Africa es la obra maestra.
Fernando
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